Leer el Prólogo del libro, escrito por Fabrice Torrito

¿Qué interés podía tener un argentino en venir a conocer los toros de lidia de la ganadería de Albaserrada? ¡Vaya si tenía interés! Me contactó con varios meses de antelación deseando descubrir la finca Mirandilla, insistiendo tanto que no tuve más remedio que aceptar. Parecía para Diego una visita fundamental, quizá la más importante de su estancia en Andalucía. Creo que era casi cuestión de vida o muerte. Tenía curiosidad en conocer a una persona oriunda de un país con tan poca tradición taurina —e inexistente desde el siglo XIX— que demostrara tanta pasión hacía el toro bravo, ¡sin jamás haber visto uno en verdad! La visita de Diego a la ganadería de la cual tengo el privilegio de ser el mayoral fue espectacular. Estoy acostumbrado a hacerlo a menudo, pero con Diego fue distinto. Suelo dar mucho de mi persona cuando enseño el toro bravo porque este animal se merece toda la entrega del mundo. Pero pocas veces recibí tanto agradecimiento a cambio. Explicando a Diego el maravilloso proceso de crianza del toro de lidia durante cinco años, al darle información sobre su selección, su nutrición, su comportamiento social, etc., veía en la mirada del artista que le afloraban unos sentimientos profundamente enterrados, como si algo que llevaba dentro de él desde hace mucho tiempo saliera por fin a la luz. Desde luego, la palabra que definiría mejor este encuentro fue la palabra emoción. Visitando el museo de la familia de los marqueses de Albaserrada, Diego se quedó con la boca abierta al recorrer fotos, trofeos, artículos de prensa, carteles, etc., testimonios de una historia taurina de más de un siglo. Pero cuando de verdad PRÓLOGO 12 lo noté impresionado fue cuando descubrió la cabeza de Laborioso, este famosísimo toro que conoció los honores del indulto demostrando una bravura inconmensurable en el albero de la Real Maestranza de Sevilla en el año 1965 y ejerció de semental durante diez años en la dehesa. ¡Qué sorpresa cuando Diego me hizo el inmenso honor de regalarme una de sus recientes creaciones de tauromaquia que representaba al mismísimo toro Laborioso! Le pregunté si lo conocía de antes, o si por lo menos lo había visto en foto, y me dijo que no. Me explicó entonces la relación tan honda y extraña que mantenía con este grandioso animal. Para Diego, la conmoción vino cuando salimos a la dehesa a acercarnos a la camada de machos preparados para la temporada. Por fin, Diego realizaba su sueño. Se encontraba físicamente cerca del animal tótem por excelencia: el toro bravo. Y tan cerca. Podía oler, sentir, olfatear la bestialidad contenida del animal más fuerte y más bello que la dama naturaleza nos ofrece. Noté en la forma de estar de Diego con los toros, de observarlos, de estudiarlos, una mezcla de respeto y admiración. Pero lo más impactante era que pretendía comunicarse con ellos. El artista y la fiera. ¿Lo consiguió? ¿Ocurrió algo entre el artista y la fiera? Sublime y secreto misterio. Los ojos de Diego brillaban de exaltación, como si esta primera vez con los toros fuera a contar mucho en su futuro de artista y en su destino de hombre. Fabrice Torrito Sevilla, febrero de 2019

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